Hace un par de
siglos, cuando era abogado de una importante Financiera mexicana -gracias a
Dios ya desaparecida-, me tocó el ingrato encargo de embargarle la silla de
ruedas a una pobre viejecilla. La susodicha estaba en mora del préstamo que sacó
en la Financiera precisamente para adquirir la indefectible silla de ruedas.
Como en aquel entonces yo todavía creía firmemente en el apotegma de que la ley
es dura, pero es la ley, (dura lex set lex, decían los jurisconsultos
romanos), acompañado del Actuario del Juzgado de Primera Instancia de lo Civil,
procedimos de conformidad y nos apersonamos en la residencia fijada por la víctima
para oír y recibir notificaciones; misma que resultó ser una humilde pocilga
instalada mas allá de donde chifló Tarzán. La viejecilla, amable y generosa,
nos invitó a pasar y, sin saber la razón de nuestra presencia en su morada, nos
invito un café y galletitas. El Actuario y yo nos lanzábamos miradas
compungidas y angustiadas, pues no sabíamos como anunciarle las malas nuevas a
la linda y gentil ancianita. Acto seguido, sacando fuerzas de su credencial
oficial, el Actuario tomó la palabra y con toda la finura y delicadeza posibles
en estos casos, le informó a la linda viejecilla la impostergable noticia. Doña
Clotilde, que así se llamaba en este caso la víctima de la voracidad bancaria,
hizo un gesto de dolor, apenas perceptible, recogió tazas y platos y se
encaminó lentamente a la cocina, que era otro pedazo del mismo cuarto apenas
separado por un tela raída, y sin color, a guisa de cortina. Mientras
regresaba, el Actuario y yo intercambiamos miradas de resignación y de
tristeza, y nos preparamos para dejar la casa. Al volver, la tierna viejecita
apareció con una mirada diferente y un revólver en la mano. Ya se imaginarán
que los dos abogados salimos de aquella casa al instante, sin pronunciar
palabra. Aquel mismo día renuncié a mi trabajo en la Financiera, abandoné la
carrera jurídica, empecé a escribir poemas y fundé un asilo para ancianos, con
polígono de tiro y todo.
¡Esa estuvo buena!!!!! No te moleste, pero si le van a quitar la silla de ruedas a una anciana pobre, a balazos hay que correrlos de la casa. Jajajajajajaja.
ReplyDeleteVimon, esto me da la razón de que como escritor eres extraordinario. Te dejo un premio en mi blog http://elcodigoaural.blogspot.com/ ve por él.
Un fuerte abrazo.
Gracias por tu visita, Martha, y tus amables comentarios. Un abrazo.
ReplyDeleteEres un hombre de integridad y de muy buenos sentimientos!!!!!
ReplyDeleteGracias, Beatriz, por tus bellos comentarios. Un beso.
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