Yo escribo
porque tú caminas, él respira y ella canta. Porque quiero jugar rayuela, porque
llevo más de cien años de soledad y porque todavía no encuentro a Pedro Páramo;
porque quiero ser amigo de Octavio Paz, quiero estrechar la mano de Pablo
Neruda y quisiera darle un beso a Gabriela Mistral. Escribo como algunos corren
y otros transpiran. Escribo porque sin haberlo nunca decidido nací para formar parte
de ese gremio que apuesta el pensamiento a la fantasía, padece de una
enfermedad mortal que se llama melancolía y pone todo su corazón en las
palabras. Escribo porque es la única forma que conozco de no perder la cabeza,
o de perderla, si, en un estanque de versos donde los poemas nadan como peces
luminosos y hambrientos. Escribo porque amo; porque te amo a ti, porque lo amo
a él, porque la amo a ella; porque amo el amor y amo la vida, igual como amo la
muerte. Escribo para ti; porque tu me lees y cuando me lees te conozco, y sé
que estas ahí y sé que me escuchas. Escribo también para los que ya no están,
para los que se fueron antes; para ellos escribo con veneración. Escribo porque
si no escribiera no sería yo, ni tendría este corazón para amarte a ti como amo
la poesía, la música, el amor.